Cándida intestinal y el papel fundamental de la nutrición para paliar sus síntomas.

¿Qué es la cándida intestinal?

La cándida intestinal es una condición poco conocida pero cada vez más común, especialmente en mujeres. Se trata de una proliferación excesiva del hongo Candida albicans en el intestino, una levadura que forma parte naturalmente de nuestra flora intestinal, pero que puede volverse problemática cuando se desequilibra.

¿Qué factores provocan las infecciones recurrentes por cándida?

El hongo “Candida albicans” convive normalmente con otras bacterias intestinales sin causar problemas, pero ciertos factores como el uso prolongado de antibióticos, dietas altas en azúcar, el estrés o un sistema inmunológico debilitado pueden romper este equilibrio y favorecer su crecimiento. Esto puede derivar en candidiasis intestinal, con síntomas persistentes y molestos. Tales como:

● Distensión abdominal, digestiones pesadas y gases.

● Antojos intensos por el dulce.

● Fatiga crónica, dolor de cabeza e irritabilidad.

● Mal aliento o recubrimiento blanco en la lengua.

● Problemas cutáneos como acné, eccemas y urticaria.

Es más, en muchas mujeres, este desequilibrio también se refleja en infecciones vaginales recurrentes, ya que el intestino, principal reservorio de la cándida, puede facilitar su migración hacia otras zonas del cuerpo. Por ello, tratar solo con antifúngicos tópicos no siempre es eficaz; es necesario abordar el problema desde su origen: el intestino.

El papel de la nutrición

Para abordar la cándida desde la nutrición es fundamental reconocer qué alimentos la favorecen y cuáles ayudan a controlarla. Aunque suele requerir tratamiento farmacológico, se ha comprobado que una alimentación adecuada contribuye a reducir los síntomas y a prevenir su reaparición en el futuro. La dieta, por tanto, es un complemento esencial que potencia la eficacia del tratamiento y permite recuperar el equilibrio intestinal.

Es importante evitar productos ultraprocesados ricos en azúcares, harinas refinadas y grasas saturadas, como bollería, snacks, dulces, miel o siropes. También se debe retirar cualquier alimento con levaduras, ya que actúan como combustible de la Cándida albicans. Esto incluye los panes de masa madre y los lácteos no fermentados, que contienen lactosa y además, no aportan bacterias beneficiosas producidas durante la fermentación. Asimismo, conviene limitar frutas con alto contenido en fructosa, como plátano, uva, mango o manzana.

En cambio, se recomienda priorizar verduras de hoja verde (espinaca, kale, rúcula) y fibrosas, como ajo y cebolla, ya que, aparte de contener fibra, son potentes antifúngicos naturales. Finalmente, los fermentados naturales como kéfir o chucrut sí resultan aconsejables, ya que durante su fermentación se generan probióticos que ayudan a restaurar el equilibrio de la microbiota, tanto intestinal, como vaginal.

El estilo de vida: más allá de la alimentación

El estilo de vida influye de forma directa en la salud intestinal y puede favorecer o frenar el crecimiento de la Candida albicans. El estrés crónico eleva el cortisol, debilita el sistema inmune y genera inflamación; el estreñimiento provoca acumulación de toxinas y fermentación excesiva; la falta de descanso reduce la capacidad del cuerpo para combatir desequilibrios; y la inactividad física limita la circulación, ralentiza el intestino y aumenta el estrés.

Para contrarrestarlo, se recomienda introducir rutinas de relajación como meditación o yoga, aumentar el consumo de agua y fibra para mejorar el tránsito intestinal, mantener un sueño constante de 7 a 9 horas, y practicar ejercicio moderado para estimular el sistema digestivo y fortalecer la inmunidad.

¡Tip!

Camina, baila, haz yoga o cualquier actividad que disfrutes, al menos 30 minutos al día.

Tratar la cándida con consciencia y calma

La candidiasis intestinal es un proceso difícil de diagnosticar y tratar que requiere paciencia. Entender y solucionar el problema desde la raíz es clave para erradicar la enfermedad.

Además, seguir un estilo de vida saludable junto con una alimentación específica, actividad física y gestión del estrés, ayuda a mantener equilibrada la microbiota intestinal y a evitar las recaídas de ésta.

Porque la salud íntima, también importa.